viernes, 2 de abril de 2010
La identidad del mexicano "made in USA"
jueves, 11 de marzo de 2010
El papel de los filósofos según Avicena y su actualización
jueves, 4 de marzo de 2010
Breve introducción a la antropología cultural
Desde las primeras culturas el hombre se ha interesado en responder la pregunta ¿qué es el hombre? y la mayoría de sus acciones giran en torno a la resolución de esa incógnita. La respuesta que se da varía en cada cultura aunque todas guarden elementos afines, por ejemplo la visión del hombre como proveniente de una divinidad es común a todas las culturas antiguas puesto que la delimitación de dichas culturas no sólo es cuestión de parámetros espacio-temporales sino que especialmente depende de la religión que profesan; así encontramos grupos judíos geográficamente dispersos que no por ello dejan de compartir los rasgos culturales que los caracterizan.
Pero no sólo es a partir de la reflexión religiosa que el hombre busca respuestas, sino también en su interacción con el medio y se sirve de la Naturaleza para darse un lugar. Para la mayoría de las culturas la naturaleza era parte de la creación divina, pero la forma de interactuar con ella variaba habiendo quienes situaban al hombre por encima de la naturaleza (judíos, cristianos y árabes), quienes lo ponían al mismo nivel ontológico (hindúes) y quienes veían en la naturaleza una vía para expresar sus sentimientos (chinos).
Una vez adoptadas respuestas religiosas y apoyadas en reflexiones acerca del medio en que a las diferentes culturas les tocó vivir, la idea del hombre se consolidó. Entre los judíos el hombre pasó a ser considerado hecho a imagen y semejanza de Dios, un dios que tenía contacto directo con el pueblo gracias a la revelación y los libros sagrados. De la tradición judía surgió una secta que vio en Jesús de Nazaret al mesías y lo comenzó a adorar como hijo de Dios, esta secta formó la religión cristiana que da nombre a la cultura que profesa su mismo credo. Los cristianos heredaron la idea de un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios pero completaron su concepción con ideas propias del cristianismo como la hermandad entre los hombres por ser todos hijos de Dios. Los musulmanes de religión islámica son un pueblo también emparentado con el judaísmo y el cristianismo pues el profeta Mahoma toma parte de las tradiciones relacionadas con Abraham (judaísmo) y recibe la revelación del ángel Gabriel (como Abraham y la Virgen María). Las condiciones medioambientales propias del territorio geográfico donde floreció el pueblo musulmán se traducen en escasez de alimento y bebida, por lo que el hombre se tuvo que hacer señor de la Naturaleza y definirse como tal. Algo ajenas a nuestra civilización se encuentran las culturas hindú y china. Los hindúes concibieron al hombre y a la Naturaleza como parte de Dios aunque a diferentes niveles de participación de lo divino y la cultura china vio al hombre como un ser en búsqueda de su naturaleza pero capaz de elegir su modo de vida independientemente del mandato divino que pasa a muy segundo plano.
El modelo de hombre que las culturas construyen genera un patrón de normalidad en cuanto a normas de conducta y con ello se arriba a la moral que a efectos prácticos consiste en definir qué comportamientos son considerados buenos y cuáles malos por una cultura. Del mismo modo en que las respuestas a qué es el hombre son diversas, la moral varía entre grupos humanos presentándose ideas como la judía, cristiana y musulmana en las que los mandatos divinos son reflejo de la moralidad del pueblo, la hindú en la que el hombre por ser parte de Dios está a su servicio pero sus actos lo acercarán o alejarán de él, o la china que ve en el hombre un ser ya sea bueno o malo en esencia pero con libertad de alejarse de su naturaleza.
Finalmente, como punto de partida de una reflexión antropológica propongo que la importancia de preguntarse qué es el hombre radica en que la respuesta dada fundamenta una forma de vivir o, en término más generales, que al reflexión sirve de cimiento para la acción.
viernes, 8 de enero de 2010
Hormona mata neurona o la Razón subordinada a la Materia
Aristóteles, el Maestro por antonomasia, fue tutor de Alejandro, hijo de Filipo, en aquél reino de Macedonia del siglo IV a. C. El texto Le lai d'Aristote (s. XIII) y un capítulo del libro V de la Istoria de las bienandanzas e fortunas de López García de Salazar (original perdido, cuya copia más antigua data de finales del siglo XV) relatan que cuando Alejandro era joven se interesaba mucho en las mujeres, por lo que Aristóteles lo reprendía. El mancebo, para enseñarle una lección a su viejo maestro, concertó con su concubina Phylis un plan cuyo desarrollo se efectuó del siguiente modo:
Phylis comenzó a seducir a Aristóteles y a declararle su amor; éste, al verse en semejante situación, cayó presa de sus encantos y le aseguró la amaba tanto que haría todo por ella. Asimismo, Phylis le dijo que podría hacer con ella lo que quisiere con una condición: que el filósofo se dejase ensillar y montar como caballo siendo Phylis la jineta. Aristóteles, pese algunas reticencias, accedió y cuando ya la concubina cabalgaba en su montura, Alejandro salió de su escondite preguntando a su maestro qué era todo aquello. Aristóteles, conociendo el embuste que le había preparado su discípulo, se disculpó por haberlo reprendido, convencido de que no hay inteligencia de hombre en el mundo capaz de resistirse a las mujereres.
Acaso la metafísica sea "curiosidad de saber lo que no nos importa, el pecado original"1 y la sensualidad "como a Eva, [nos] despierte el instinto metafísico"1 y se generen los dos a la par en el humano; lo cierto es que la lectura sugiere la subordinación de la Razón a la Materia. Bajo este supuesto, los conceptos, las ideas, las esencias y los universales aparecen después de lo concreto; antes de la Razón (como conjunto de razones) no existían los seres particulares, sino que las ahora llamadas cosas constituían un todo indiferenciado, una bien redonda esfera en la que todo es (Parménides). Con el advenimiento de las razones se comenzó a separar lo informe y a etiquetar sus partes conforme a criterios subjetivos (yo y lo otro pudo ser la primera separación). Se creó el Lenguaje, conjunto de lenguas que dieron pie a malentendidos porque al ser se le adjudicaron las cualidades de ser y no ser y, más tarde, poder ser y deber ser. El espacio fue limitado por grupos que compartían razonamientos similares (cultura y sociedad). Los unos estaban bien y los otros, mal: nació la Ética. Las acciones buenas y malas hicieron surgir la Moral. Lo que no cabía en la razón (siempre hay algo que no cabe en la razón) adquirió carácter divino. Se hicieron etiquetas de las etiquetas: los conceptos. Se anclaron conjuntos de etiquetas náufragas referentes a una misma cosa y se formaron los universales, algunos de los cuales adquirieron carácter divino ya que se quiso mantenerlos uniformes, sin cambio, ajenos al razonamiento que todo lo separa y reordena. Por otro lado, los etiquetadores especializados crearon ciencias y dijeron que determinadas etiquetas les correspondían sólo a sus ciencias (aún es fecha); con el tiempo a una misma cosa se le han adherido muchas etiquetas por lo que no se puede ver lo que es, sino lo que parece ser.
1 Victor Goti, Prólogo a Niebla de Miguel de Unamuno (México: Tomo, 2006), 14.
2 Ibídem.