lunes, 24 de agosto de 2009

Análisis etimológico de la filosofía (II)

Ya habiendo planteado a la filosofía como un amor al saber, ahora toca pensar en la filosofía como un amor a la sabiduría. En lo personal creo que la diferencia entre saber y sabiduría es que el saber es una posesión de someros conocimientos cualesquiera; mientras que la sabiduría, una posesión de profundos conocimientos cualesquiera. Aquél que quiera saber sobre el mar, tendrá una perspectiva más amplia si además de conocer la superficie indaga las fosas abisales.

Una ambigüedad subyace: ¿la diferencia es cuantitativa o cualitativa? Pues alguien que posee más conocimientos que otro, ¿sabe más o es más sabio? Opto por afirmar que sabe más, pues posee más conocimientos. En cambio, diría que es más sabio quien posee, aunque pocos, conocimientos de buena calidad. Calidad entendida como lo que hace diferentes a unos conocimientos de otros en relación a su veracidad o falsedad, a su generalidad o especificidad, y a su carácter teórico o práctico (que enseña cómo hacer algo)

La sabiduría, a mi parecer, es veraz, teórica y, además, específica y/o general; amar la sabiduría, por ende, se refiere a perseguir estas cualidades en la búsqueda de conocimientos; así, el filósofo es quien realiza esta operación, pero todavía falta algo. Quedarse en el mero acumular conocimientos no es hacer filosofía, sino adquirirla. Hacer filosofía es generar conocimientos del tipo mencionado que incidan además en las áreas del conocimiento actual (tener en cuenta que el estudio de la historia, por ejemplo, pese a estar muy lejana en el tiempo, sigue siendo un área del conocimiento actual)

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