jueves, 19 de mayo de 2011

Ética corporalista a partir de Hobbes

El filósofo Thomas Hobbes parte de que la existencia está compuesta sólo de cuerpos y que los fenómenos que observamos se deben todos al movimiento de dichos cuerpos. Pero esta corporalidad no niega la existencia ni del espíritu ni de Dios que se tratan de sustancias corpóreas muy sutiles[1]. Esta concepción corporalista entra en contradicción al menos por cuanto al espíritu se refiere pues éste, por definición, es lo contrario al cuerpo. Motivo por el cual en esta ética partiremos del supuesto de la sola existencia de los cuerpos.

Siguiendo a Hobbes tenemos que si sólo hay cuerpos, entonces la filosofía se funda como la ciencia que trata del conocimiento de los cuerpos y sus movimientos en tanto causas y efectos[2], de modo que la filosofía utiliza un método empírico con finalidades prácticas.

En esta cosmogonía se torna muy importante la lógica como ciencia primera que enciende la luz de la razón (accendo lumen rationis)[3] porque es gracias a ella que la filosofía puede hacer sus operaciones, a saber, contar, sumar y restar ideas, palabras y conceptos. En este marco las palabras son las nociones universales o signos de los objetos que sirven para conservar los pensamientos en la memoria y comunicarlos a los demás[4]. El criterio de verdad radica en la concordancia entre las palabras y los objetos que designan[5] lo cual sólo se puede lograr conociendo los principios de los cuerpos[6] por lo que el hombre se ha de contentar con conocer solamente sus creaciones por ser él mismo su principio y rechazar a la idea de conocer los cuerpos naturales porque desconoce por completo sus principios[7].

Esto conduce a una ciencia que no versa sobre las cosas naturales, de las cuales sólo se puede hipotetizar[8], sino a una ciencia cuya piedra angular son las palabras creadas por los hombres y que se refieren a la realidad. Por lo tanto, aquí el lenguaje adquiere una gran importancia.

La imposibilidad de conocer la realidad en la que el hombre está inmerso lo obliga a crear una nueva realidad, la del lenguaje, que dé sentido a su vida y a partir de la cual pueda llegar a explicar realidades particulares[9].

Es válido suponer, pues, que lo que sea que haya sido el hombre antes de poseer lenguaje vivía en un estado de anarquía en el que todo se le presentaba hostil en tanto desconocido, abrumador o sin sentido. Pero cuando dio valor a su vida, valor en tanto concepto, noción de lenguaje, comprendió que el estado de guerra constante en que vivía no daría satisfacción a sus ansias de conservar su único bien (su vida) y por ello pudo formar sociedades al ceder parte de su libertad en la medida en que los demás hacían lo mismo.

Esta idea es muy similar a la que planeta Freud en El malestar en la cultura[10] donde propone al individuo cuya fuerza bruta le confería la libertad de hacer su voluntad sin importar el bien común y precisamente a este estado es al que se puede llegar si se pasan por alto los postulados que a partir de Hobbes se han planteado, pues aquél que considere que con su fuerza o la de los instrumentos de que se sirva para incrementarla sea capaz de preservar su vida atropellando la sociedad civil establecida podrá crear un nuevo territorio de guerra como el que actualmente se vive en nuestra sociedad.

Es, pues, importante que el hombre decida si vivir en un mundo tranquilo a cambio de perder parte de su individualidad o vivir en un ambiente hostil en el que no sea su libertinaje perturbado. La elección será particular y cambiante y las consecuencias más evidentes serán las de la facción mayoritaria.



Notas:
[1] Guillermo Fraile, Historia de la filosofía III, Del Renacimiento a la Ilustración (Madrid: BAC, 2000), 724.
[2] Ibídem, 725.
[3] Ibídem, 726.
[4] Ibídem, 727.
[5] Ibídem, 728.
[6] Ibídem, 727.
[7] Ibídem, 728.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem. 
[10] Sigmund Freud, El malestar en la cultura (Madrid: Alianza Editorial, 2004), 40-1.

1 comentario:

Oneiros dijo...

Tambien podemos anotar el concepto del "Contato Social" de Rousseau (o como se escriba), en donde para que la sociedad civil se sostenga, todos deben de cumplir y respetar el contrato. Cuando alguna de las partes rompe el contrato, entonces ya no tiene sentido seguirlo. Con la ruptura de las leyes de una gran parte de la poblacion, surgen este tipo de reflexiones por el fundamento de una etica anarca.

Si somos pura corporeidad, entonces la vida no tiene sentido mas alla de lo humano, por lo tanto el ser humano se crea su propio significado de la vida y hay para quienes una vida monotona, tranquila y rutinaria se vuelve alienante y carente de sentido, por lo que es preferible una vida llena de pasiones, velocidad de acciones, aventura e incertidumbre, pues re-significa la existencia a un nivel quizas mas estetico, ludico y disfrutable, muy comparable con la vida de los jugares de apuestas, los deportistas extremos y por supuesto, los narcotraficantes. Claro que esto conlleva ciertas irresponsabilidades sociales, pero en un mundo de pura corporeidad, la moralidad es unicamente un consenso para convivir bien y el egoismo no tiene nada de malo si puedes cargar con la conciencia. A fin de cuentas, te mueres y "ya".