lunes, 28 de septiembre de 2009

(re)Valoración de la obra e inmortalidad

Un recurso frecuentemente utilizado por los medios y mercados para resucitar a autores difuntos en el olvido son eventos tales como la última gira, el concierto de despedida, las conmemoraciones y homenajes. Así ocurrió con The Beatles este 9 de septiembre pasado (09/09/09) y recientemente con Michael Jackson fallecido ha poco. Con ello vemos un fenómeno que sucedió también a Elvis, van Gogh, Galileo, la reina del tex-mex Selena, Benedetti, entre otros, y que incluso es parodiado en la serie de televisión Pinky and the Brain (Pinky y Cerebro) en el capítulo "Pinkasso".

Esto se debe a que mientras un autor está vivo, su obra se mantiene volátil por la esperanza de que produzca más, algo mejor, y no es sino en el momento de su muerte (incluso simbólica) que la producción se cristaliza y pueden señalarse los mejores y peores trabajos del conjunto, lo que despierta la atención de las masas. Por ello, tras la muerte sobreviene una valoración (a veces revaloración o sobreestimación) de la obra que permite recordar al difunto por lo que hizo, manteniéndolo vivo en el imaginario de la gente.

En el campo de la filosofía tenemos como paradigma a Sócrates, personaje que decide beber la cicuta y con ello se inmortaliza al punto de ser recordado su nacimiento cada tercer jueves de noviembre, día internacional de la filosofía. Similar a la figura de Sócrates fue Jesús de Nazaret para los cristianos, quien con su trágica muerte en el Gólgota marcó la historia del mundo occidental, lo que repercutió incluso en la calendarización subsecuente. Si volvemos la mirada más atrás encontramos también a Heracles, muerto por envenenamiento y bien acogido en el Monte Olimpo por Zeus. Sin embargo, es necesario no olvidar el plano en el que nos movemos, que es el del pueblo llano, pues también sucede tras la muerte de un allegado una suerte de mirada objetiva o revaloración de su vida en un afán de mantenerla con nosotros, viva en nuestro imaginario.

Si se sigue esto puede afirmarse junto al cantante que la gloria

es de los mortales el consuelo al morir

del mismo modo que era la areté –αρετή– para los griegos desde Homero (hacia el siglo VII a. C.) el ideal de nobleza al que se aspiraba y se concretaba en la muerte de quien lo perseguía.

4 comentarios:

José Vieyra dijo...

¿Qué tal Bena?

Creo estar más de acuerdo con intentar revisar la necesidad de cualificar positivamente a un persona después de su muerte, más que pensar en la comercialización que sufren sus obras después del fallecimiento (esto creo que tiene un explicación bastante fuerte en lo económico, aunque no lo es todo).

No creo que tras la muerte de un allegado haya "una mirada objetiva", sino por el contrario, se deja entrever la mayor subjetividad en todos los comentarios,bien, intentando negar la muerte manteniendo una parte con nosotros (la buena) pero despojándonos del mundo de los vivos aquella imagen "mala" y a esa sí enterrándola, matándola, podría decir, para así, quedarnos con la parte que nos agrada, que nos hace feliz (sí, tiempo presente), y negando aquella parte inherente e inseperable en vida, que es la parte dañina, mala, ominosa o siniestra.

La inmortalización de un personaje através de sus obras, bien podría deberse a la propia necesidad de negar nuestra muerte, al negar la del otro, por consiguiente niego la mía.

Saludos blogueros

José Alberto dijo...

Hola, Vieyra.

Con lo de la mirada objetiva quiero significar que uno, tras la muerte de un allegado, recuerda lo que vivió con el fallecido y a partir de allí rescata "lo bueno" y entierra "lo malo". Incluso con los que desean la muerte de alguien "malo", pueden pensar que "lo bueno" es que ya no está (tiempo presente) y dejan enterrada su "maldad".

Seguimos leyéndonos.

José Vieyra dijo...

Muy bien, entonces coincidimos, esta actitud es incluso la forma en que nos constituimos como yoes, expulsando "lo malo" de nosotros y quedándonos con "lo bueno", "eso bueno soy yo", por cierto que esto lo hacemos todo el tiempo.

Esto también me hace pensar que las visiones que proponen que el hombre es un ser ético o axiológico, caen en la misma situación, expulsando del hombre (aun parcialmente, pues nunca se logra la totalidad) la parte "mala" y definíéndolo por la parte "buena" con lo que quieren quedarse e identificarse, esto por cierto, es otro tema que no estaría mal exponer más detenidamente en otro espacio, espero escribir algo al respecto.

Saludos blogueros.

José Alberto dijo...

Dicho en términos psicoanalíticos que a duras penas conozco, así es. La pregunta es qué sucede con los que piensan que sólo está desenterrado en ellos lo "malo" y que no será sino tras un gran esfuerzo que saquen a la luz lo "bueno". Bueno, ya me comentarás tu idea al respecto, pues creo que nos alejaríamos mucho si la tratamos aquí.

Lo que mencionas del hombre como ser ético no lo veo del mismo modo. No me he puesto a pensarlo enserio, creo que si se considera al hombre un ser ético es porque está imbuido tanto en la maldad como en la bondad, casi al modo del diablito y el angelito que viven en nuestros hombros. Así como lo dices, me atrevo a decir que no me parecería seria una ética que defina al hombre sólo por la parte buena. Pero igual, como escribiste, es para otro espacio. Con más calma y ya sea en otra entrada de blog o tomando un café lo comentaremos.

Saludos virtuales.