sábado, 25 de julio de 2009

La influencia de la influenza

Sin entrar a discutir su existencia objetiva y verificable como enfermedad, se afirma que la influenza o gripe porcina es transmitida por un virus altamente contagioso, A (H1N1); esta enfermedad mortal se ha convertido en la enfermedad en boga, adquiriendo a mi parecer más fama que el SIDA.

Tos, dolor de cabeza, nariz congestionada, dolor muscular, escurrimiento nasal, cansancio extremo, malestar general y fiebre alta son los síntomas que se padecen por la influenza. Carraspera, respiración preocupada, mano en constante búsqueda de la frente o mejilla, gel antibacterial en el bolsillo, arraigo domiciliario y tapabocas son los síntomas de la influencia que se pueden traducir de la sintomatología de la influenza.

La influenza no ha acarreado solamente previsión y/o pánico a gran parte de la población mundial. También ha generado desconfianza, rumores, chismes. La información corre como el viento y de boca en boca transmuta, choca y se entremezcla para llegar a contagiar al siguiente que la transmutará. Es el juego del Teléfono descompuesto a magna escala y debido a la novedad y gran cantidad de información que corre por medios tan al alcance de la mano para muchos como son la radio, el periódico, la televisión y el Internet, el número de hipótesis al respecto crece exponencialmente sólo teniendo como límite la imaginación colectiva mundial.

Haré un intento por abordar el tema de la influenza bajo una reflexión filosófica, para lo cual hablaré de dos grados de afectación que ha tenido a nivel social bajo una óptica filosófica (o al menos analista o crítica) en la medida de lo posible:

La influenza ha venido a modificar la estética de las personas. Recuerdo que en la semana o quincena que los medios declararon crítica aquí en Monterrey y área metropolitana, el tapabocas se convirtió en accesorio más que medida de prevención. No sé si a causa de la demanda ofreció variedad la oferta o si la oferta amplio su abanico, lo cierto es que durante dicho lapso de tiempo conocí casi todas las formas y colores de tapabocas que existen: el del cirujano, el industrial, el azul, el blanco, el del dentista, el que tiene dos asas para las orejas, el que tiene hilos para anudarse... En fin, muchas personas que pudieron se dieron gusto y tomaron lo que querían; los más, lo que podían. Pero no sólo hubo variedad en marcas y modelos, los trazos y dibujos no tardaron en brotar y la expresión artística y opiniones personales se dejaron ver: desde sonrisas y muecas hasta frases como "soy gay y qué" adornaban los tapabocas. Me parece interesante observar cómo casi en cualquier situación las personas buscan ser diferentes; como una necesidad inherente a la persona de diferenciarse culturalmente, pues personal, psíquica, vivencial, física y temporalmente es única.

La forma de relacionarse con los otros también se vio modificada tras la recomendación de restringir el contacto físico. Esto tuvo repercusiones en dos tipos de personas principalmente: estaban los que se construyeron su esfera invisible que los mantenía alejados no sólo del contacto sino del microambiente que rodeaba a los otros, y los que se crearon su ariete invisible al manifestar cualquier movimiento parecido a un síntoma de la enfermedad. Algo que me llamó mucho la atención fue ese pánico que hubo al enemigo invisible, camaleón que se arrastraba sobre el aire. "Uno no se sentía seguro ni en el puesto de tacos" fue más o menos lo que dijo un profesor de la facultad. Si el aislamiento que nos imponemos con los medios de comunicación es para algunos alarmante y cuestionable, el que se dio durante la epidemia resultó alarmante: el prójimo se convertía, ya no potencialmente, en enemigo, en peligroso, en factor de riesgo. El arraigo domiciliario a que muchos se sometieron fue otra de las consecuencias inmediatas que produjo la enfermedad: había necesidad de resguardarse e informarse: qué mejor lugar que el hogar. Me atrevo a decir que el uso del Internet se vio incrementado hasta los cielos, más allá de los satélites que transmitan la información virtual. Fue algo así como estar en contacto sin contacto, como sexo con condón: me relaciono contigo, pero no me puedes contagiar; estamos a salvo. La actividad de blogs, clientes de mensajería (Messenger, Yahoo...), sitios como el Facebook y MySpace fue desbordante. Por otro lado, para muchos esta oportunidad significó el revivir los viejos momentos en que pasaba tiempo de calidad con su familia: algo que no se consiguió con las campañas a favor de estar en familia y la publicidad que se le dio al Día de la familia, lo consigue el temor a contagiarse una enfermedad. Aquí puedo ver que parece haber una necesidad de comunicarse y de mantenerse en relación con el otro que no se pierde incluso en situaciones adversas, pero que se ve modificada por el miedo (en este caso el de contraer una enfermedad)

Espero con esto haber rozado, aunque sea un poco y por encima, si se quiere, el tema de la influenza con el guante de la filosofía. (No vaya a ser que me infecte)

3 comentarios:

José Vieyra dijo...

"la íntima relación entre el que influye y el que sufre una influencia es una suerte de relación amorosa que fácilmente puede confundirse con algo genuino"
Donald Winnicott

Efectivamente el mayor problema fue que la influenza no contenía únicamente rasgos y elementos médicos o de salud física, sino que intervenía directamente con la manera de vincularnos, nos dictaba qué hacer, cómo y cuándo.

Creo que si algo nos deja la experiencia, no es la vulnerabildad del hombre ante un microbio o bacteria, por ejemplo, sino los nuevos modelos de intervenir en los todos los problemas humanos, siempre es modificando la relación con los demás, observemos la política, la medicina o la educación, la intervención es sobre los vínculos ya no sobre una particularidad, volviendo así al prójimo un peligro para nuestra estabilidad, ya no beneficio. Hoy las colonias residenciales de mayor precio, son aquellas aisladas de la sociedad, si es con bardas, policias particulares y demás.

Tendríamos que mantener el cuidado y capacidad de pensar que la relación de influencia e influenciado, como nos dice Winnicott, es artificial y posible de ser modificada por alguna otra.

Saludos

José Alberto dijo...

Gracias por el comentario.

No recuerdo quién lo dijo, pero mencionaba que un estudio sobre el comportamiento humano podía tener validez durante muy poco tiempo, puesto que podría tener el poder de modificar la conducta. En este caso la influencia, que como bien mencionas, en su relación con el influenciado es artificial, tiene la peculiaridad de ser modificada por tantas relaciones que la gente terminó por recluirse en sus casas.

Me gustó el ejemplo que pusiste de las cerradas residenciales: es estar entre paredes intramuros. Se vende el aislamiento respecto al otro, ladrón, asesino, secuestrador en potencia.

Estamos en contacto.

Anónimo dijo...

Jajaja lo del "soy gay y qué" yo aun no lo puedo superar jaja la verdad fue muy gracioso porque fue por la época en que nos preguntabamos si ese chico lo era.
En fin, qué raro que en medio de todo lo de la influenza saliera lo de la legalización de drogas...
Mis teclitas no sirven, me deprimí...
besos!!